Reflexiones acerca del vínculo entre literatura y proyecto político y cultural, en el marco de la consolidación del Estado y la paulatina conformación del público lector
Abstract
El exilio de los románticos en las grandes capitales europeas les había dado la certeza de que este "desierto" –entendido como "vacío cultural"– debía llenárselo con la importación de aquel modelo. De hecho, la Generación del 37, considerada el primer movimiento intelectual animado por la tarea de interpretar la realidad local, acentuó la necesidad de construir una identidad nacional. Considerados "padres fundadores de la literatura nacional", su paradigma se prolongó a lo largo del ciclo liberal. Escribían a un pueblo "genérico" a partir de un universal abstracto que apelaba genéricamente al Hombre (Viñas 1971). El libro operaba, entonces, como material didáctico –aunque el público no fuese aún una masa concreta de lectores–. Más tarde, la Generación del 80 enfatizó el proyecto de Sarmiento de civilizar al país mediante la educación; en ese sentido, escribir para el público fue una de sus preocupaciones fundamentales. Precisamente, hacia fines de siglo se vislumbraba un incipiente mercado editorial en el marco de la consolidación del Estado, y el inicio de un ciclo de crecimiento económico y de profundos cambios en el plano cultural –cristalizados, por ejemplo, en la ampliación del público lector-.