Adopciones “tardías”
Abstract
En todo niño adoptado, hay una discontinuidad entre las primeras marcas, los olores iniciales, los sabores, los sonidos, las sensaciones táctiles. Esto es más notorio cuando la adopción se realiza en un lugar lejano al que va a ser después su hábitat (donde los cambios son muy notorios). Pero cuando transcurrió un tiempo, cuando no sólo hubo un corte inicial sino que muchas vivencias fueron dejando huellas, cuando los olores y los sabores fueron armando vías de placer y de rechazo pero después hay un corte y de pronto son otros rostros, otros olores y a veces hasta otro idioma… puede resultar difícil ligar lo vivenciado con lo actual y poner palabras a lo que se siente.
A la vez, nos encontramos con una historia que muchas veces no es tomada en cuenta.
Hay vivencias que nadie puede relatar, ni el niño ni los que lo rodean.
En los casos de niños que vivieron un tiempo con su familia de origen o en una institución, algo pierde continuidad.
Los otros no pueden poner palabras a lo que queda como desconocido, innombrable, y el niño no puede articular en una continuidad sus primeras vivencias con las posteriores. Muchas veces se trata de dos cortes: de la madre biológica a la institución o a la familia de acogimiento y de ahí a la familia adoptiva. En estos cambios, suele haber modificaciones en los modos de llamarlo, de nombrarlo.
Todo niño necesita de otro para comenzar a sentir, a desear, a ubicarse como totalidad. Si ese otro es cambiante, si su voz y su piel y su sostén van variando, con quiebres en la historia, ¿cómo ligar lo que vive y comprenderlo?
Tener esto en cuenta, escuchar su sufrimiento y ayudarlo a construir una historia parecen ser intervenciones posibles.